Esos beneficios pueden interpretarse como propiedades relacionadas con la belleza o la estética, pero las aguas sulforadas son un gran aliado de nuestra salud. Contribuyen a mitigar dolencias relacionadas con las vías respiratorias, procesos óseos, musculares o de articulaciones, como el reumatismo.
Además, mejoran la función del hígado, regulan los niveles de glucosa, ayudan con la digestión, colaboran en la oxigenación cerebral regulan el sistema nervioso y mejoran el metabolismo de las grasas y los hidratos de carbono.
En definitiva, que quien tiene cerca un manantial de aguas sulfuradas, tiene un tesoro. Y si te queda un poco más lejos, merece la pena pegarse la escapadita, los resultados no se harán esperar.